200 g de mantequilla 4 huevos M 200 g de azúcar 240 g de dulce de leche (para el bizcocho) 200 g de dulce de leche (para la cobertura) 275 g de harina de repostería 50 g de harina de fécula de maiz 16 g de levadura en polvo 200 ml de leche entera 1 cucharada de esencia de vainilla En primer lugar, batimos la mantequilla con el azúcar hasta que obtengamos una mezcla cremosa y, luego, le añadimos la esencia de vainilla. Es importante tener la mantequilla a temperatura ambiente para facilitar este proceso y evitar grumos. Ahora añadimos, de uno en uno, los huevos y batimos: cuando esté el primero batido e integrado a la mezcla, añadimos el siguiente y así, sucesivamente con los cuatro huevos. Reservamos. A continuación, nos centramos en los ingredientes secos: la harina, la levadura y la harina de fécula de maíz: los tamizamos. Cuando estén listos, le añadimos la leche. En este momento, ya solo nos queda mezclar ambos boles para obtener la masa de nuestro bizcocho, pero, ¡cuidado!, no lo haremos de golpe. Incorporamos, con cucharadas, la mezcla de ingredientes secos y leche a la mezcla de la mantequilla y removemos hasta integrar bien con movimientos envolventes. Ahora solo nos queda añadir el ingrediente estrella: el dulce de leche. Removemos e incorporamos a la masa. Precalentamos el horno a 170 °C con calor arriba y abajo y, mientras esperamos, preparamos el molde. Podemos usar el que más nos guste (teniendo en cuenta que esta receta es para un molde de 25 cm). Para evitar que se nos pegue, untamos mantequilla en el molde y espolvoreamos, por encima, harina. Sacudimos y, lo que quede en el molde, es lo que nos ayudará a que no se nos pegue nuestro bizcocho. Vertemos la mezcla en el molde. Horneamos durante una hora, aunque puede variar depende del horno de cada uno. Si queremos saber si ya está, podemos pinchar en el centro del bizcocho y si el palo sale limpio, ya está listo el bizcocho. Sacamos del horno el bizcocho y esperamos unos minutos hasta que se enfríe el molde. Recuerda que desmoldar justo al salir del horno hará que nuestro bizcocho se rompa. Por eso… paciencia. Todos sabemos que es el peor momento pero… ¡Merece la pena la espera! Una vez esté el molde frío, desmoldamos nuestro bizcocho y lo emplatamos dejando caer por encima el resto de dulce de leche restante bien caliente, para posteriormente servirlo a nuestros comensales.
4 huevos M
200 g de azúcar
240 g de dulce de leche (para el bizcocho)
200 g de dulce de leche (para la cobertura)
275 g de harina de repostería
50 g de harina de fécula de maiz
16 g de levadura en polvo
200 ml de leche entera
1 cucharada de esencia de vainilla
En primer lugar, batimos la mantequilla con el azúcar hasta que obtengamos una mezcla cremosa y, luego, le añadimos la esencia de vainilla. Es importante tener la mantequilla a temperatura ambiente para facilitar este proceso y evitar grumos.
Ahora añadimos, de uno en uno, los huevos y batimos: cuando esté el primero batido e integrado a la mezcla, añadimos el siguiente y así, sucesivamente con los cuatro huevos. Reservamos.
A continuación, nos centramos en los ingredientes secos: la harina, la levadura y la harina de fécula de maíz: los tamizamos. Cuando estén listos, le añadimos la leche.
En este momento, ya solo nos queda mezclar ambos boles para obtener la masa de nuestro bizcocho, pero, ¡cuidado!, no lo haremos de golpe. Incorporamos, con cucharadas, la mezcla de ingredientes secos y leche a la mezcla de la mantequilla y removemos hasta integrar bien con movimientos envolventes.
Ahora solo nos queda añadir el ingrediente estrella: el dulce de leche. Removemos e incorporamos a la masa.
Precalentamos el horno a 170 °C con calor arriba y abajo y, mientras esperamos, preparamos el molde. Podemos usar el que más nos guste (teniendo en cuenta que esta receta es para un molde de 25 cm). Para evitar que se nos pegue, untamos mantequilla en el molde y espolvoreamos, por encima, harina. Sacudimos y, lo que quede en el molde, es lo que nos ayudará a que no se nos pegue nuestro bizcocho.
Vertemos la mezcla en el molde.
Horneamos durante una hora, aunque puede variar depende del horno de cada uno. Si queremos saber si ya está, podemos pinchar en el centro del bizcocho y si el palo sale limpio, ya está listo el bizcocho. Sacamos del horno el bizcocho y esperamos unos minutos hasta que se enfríe el molde. Recuerda que desmoldar justo al salir del horno hará que nuestro bizcocho se rompa. Por eso… paciencia. Todos sabemos que es el peor momento pero… ¡Merece la pena la espera!
Una vez esté el molde frío, desmoldamos nuestro bizcocho y lo emplatamos dejando caer por encima el resto de dulce de leche restante bien caliente, para posteriormente servirlo a nuestros comensales.